martes, 2 de junio de 2009

Convento de San Jacinto de Caracas

EL CONVENTO DE SAN JACINTO: UNA PRESENCIA POLIFACÉTICA

1. Fundación del Convento de San Jacinto: pormenores de su ubicación.
Siguiendo el orden de aceptación de las fundaciones por los Capítulos Generales, corresponde a San Jacinto de Caracas ocupar el tercer lugar. El 16 de Diciembre de 1597, a petición de Fr. Manuel Botello, Vicario provincial, el escribano Alonso García Pineda hace relación de la existencia de una casa de la Orden de Predicadores en Caracas. Puede decirse que se trata de la erección formal de la casa y por lo tanto la fijación exacta de su fundación, corroborada por los documentos que tratan de la ciudad de Caracas en los que no se menciona su existencia:
a) Lope Rego de Portocarrero, que escribe desde Santo Domingo, el 22 de Octubre de 1595: “... he visto la carta de un fraire en que dize que los yngleses saltaron a tierra en el puerto de la Guayra y fueron a la ciudad de Santiago de león questa quatro leguas de allí y un camino muy áspero tomaron la ciudad y quemáronla y la Iglesia y lo mas del convento de San Francisco..”
b) Relación de Ntra. Sra. de Caraballeda y Santiago de León de Caracas. 1572. hecha por don Juan Pimentel gobernador en ella: “36. En esta çibdad de Santiago de león ay un monasterio de San Francisco de tapias no durables començole a fundar fray Alonso Vidal que vino de sancto Domingo con otros fraires tres años a el dicho efecto en cuya fundaçión lo hallo fray Francisco de arta comisario que por horden de vuestra magestad vino con siete rreligiosos y el ocho los quales estan de presente en este monasterio y en las doctrinas de los naturales.”
c) La afirmación de Fr. Manuel de Santa María, quien actuando como Notario de San Jacinto, al informar al Gobernador Berroterán, en 1698, afirma: “La fundación de este Convento es de más de cien años...”
Al no mencionarse presencia alguna de otros conventos, tanto en el primer caso como en el segundo, nos lleva, forzosamente, a concluir que los dominicos no llegan a Caracas y fundan su convento sino en 1597. En este año se encuentra un documento que transcribimos por ser la descripción de la fundación misma de San Jacinto:
“Yo, Alonso García Pineda, Escribano Público de esta ciudad de Santiago de León, y de Gobernación de toda esta provincia y Gobernación de Venezuela, en propiedad, por el Rey Nuestro Señor, doy fe y verdadero testimonio, a su Magestad y a los Señores de su muy alto Consejo de las Indias, y a sus reales Audiencias y Justicias suyas, Reinos y Señoríos y a los demás que esto vieren, como hoy martes que se cuentan dieciseis días del mes de diciembre de mil y quinientos y noventa y siete años, como a las siete de la mañana poco más o menos, conforme a la declinación del sol, el Reverendo Padre Fray Manuel Botello, Frailes de la Orden del Señor Santo Domingo de Predicadores, y Vicario Provincial que dijo ser de dicha Gobernación, me llamó para que fuese a su casa y Convento que al presente tiene poblado en esta dicha ciudad, calle en medio de la casa y solar de Catalina de la Cerda, y del capitán Cristóbal de Cobos y de Martín de Gánez, sus hijos, que le tiene puesto por nombre San Jacinto, y que diese testimonio de como decía misa en el dicho Convento que así tenía poblado quieta y pacíficamente sin contradicción de persona alguna porque le convenía y tenía necesidad de ello para informar a su Magestad y su Superior de su Orden. Y mediante el dicho pedimento y cumpliendo con mi oficio de tal Escribano de su Magestad, fui al dicho Convento y vi por vista de ojos, decir misa al dicho Reverendo Padre fray Manuel Botello, en un altar bien adornado que tenía en un Bohío de paja que estaba poblado junto a la calle hacia el oriente, la cual misa dijo quieta y pacíficamente, sin contradicción de persona alguna, todo lo cual se hallaron y fueron presentes por testigos, Juan Pascual, y Pablo García de Avila y Andrés Hernández y otras personas vecinos y estantes en esta dicha ciudad. Y así mismo doy fe que en poder del dicho Reverendo Padre fray Manuel Botello, está y me enseñó una Real Cédula de su Magestad del Rey Felipe II, nuestro Señor, firmada de su real Mano a lo que parece por la cual manda a su Gobernador de esta provincia, que es o fuere, que favorezca a los religiosos de los Conventos del Señor Santo Domingo de esta provincia, según de ella consta, que la leí, su fecha a cinco días del mes de agosto del año pasado de mil y quinientos sesenta y siete. así mismo doy fe que el capitán Gonzalo Piña, Gobernador y Capitán General que es de esta Provincia y Gobernación, por su Magestad, que gobierna hoy día, y Simón de Alvarado, Cura y Vicario de la ciudad de la Nueva Valencia del rey, y Visitador General de esta Provincia de Caracas, y el Padre Bartolomé de la Canal Mejía, Cura y Vicario de esta dicha ciudad y otros muchos vecinos de ella, así Alcaldes como rejidores, los he visto entrar en el dicho Convento nuevamente poblado y estar hincados de rodilla en la dicha Iglesia que hay en él, a lo que parecía haciendo oraciones, sin que por el dicho Gobernador, Visitador, Vicario, Alcaldes ni rejidores, ni por otra ninguna persona se tratase de contradecir la población del dicho nuevo Convento del Señor San Jacinto. Y para que de ello conste en todo tiempo, di el presente testimonio de pedimento del dicho Reverendo Padre Fray Manuel Botello, que es hecho en la dicha ciudad de Santiago de León de Caracas de esta provincia y dicha Gobernación de Venezuela, Indias y Tierra Firme del mar oceano en el dicho día, mes y años dichos. En fe lo cual, lo signé y firmé con mi signi acostumbrado, que es a tal. En testimonio de verdad. Alonso García Pineda. escribano Público y de Gobernación. Sin derechos”.
La ubicación exacta nos la ofrece Martí: “Está plantado este Convento a distancia de poco más de dos Quadras de la Cathedral, y bajo su feligresía, acia el Oriente: su Titular es San Jacinto”. La afirmación hecha por el Notario de la Visita sobre la fecha de la fundación es incorrecta, pues está suficientemente demostrado que el primer convento fundado en Caracas fue el de San Francisco. Pero conviene tener presente: “... si bien consta estar ya fundado el año de mil y seiscientos, según resulta del expediente formado el mismo año, sobre cierta competencia con D. Francisco Rodríguez del Toro, siendo Provisor del Illmo. Señor Dn. Frai Domingo Salinas, en que se hace mención del Prior de dicho Convento: hallase dicho Expediente en un Legajo Titulado Fundaciones de Conventos y Censos de religiosos, colocado en uno de los archivos antiguos de esta Secretaría...”
Las gestiones hechas por fr. Agustín Campuzano durante su provincialato, revelan la intención de fundar conventos en todo el territorio de la Provincia de Santa Cruz, y fuera de los límites territoriales de ella, puesto que la Cédula que muestra Fr. Manuel Botello, con fecha de 5 de Agosto de 1567 es pareja con la otorgada el cinco de Junio de ese mismo año, pidiendo al Gobernador de Margarita favorezca a los frailes.
Una circunstancia que favorece la expansión es el ocupar la sede de Coro obispos vinculados a la Orden entre los años de 1560 a 1600. Uno de ellos, Fr. Juan Martínez Manzanillo, exprovincial de Santa Cruz, ha sido parte activa en el inicio de esta expansión. Con todo, la fundación de San Jacinto tiene lugar durante la Sede vacante, por fallecimiento de Fr. Pedro Mártir Palomino (+ 12 de febrero de 1596). Fr. Domingo de Salinas es presentado para ocupar la sede de Coro el 24 de Abril de 1598. En Cabildo tenido el 24 de febrero de 1596 es nombrado Provisor sede vacante el Padre Pedro Graterol, clérigo de la ciudad de Trujillo.
El primer intento fundacional en Caracas se produce durante el episcopado de Fr. Juan Martínez Manzanillo. El martes, 19 de Septiembre de 1589 se encuentra en la Ciudad el Obispo, acompañado del también dominico Fr. Cristóbal de Ojeda, su Provisor. Intervienen en el Cabildo, junto con los clérigos Bartolomé de la Canal y Bernardo de Vallejo. El asunto tratado es sobre la moneda: las perlas sustituirán la escasez de oro. Intuyo que en este momento comienzan a darse los pasos para la fundación. Razón: ambos han estado involucrados en la fundación del Convento de Ntra. Sra. del Rosario en Margarita, que precisamente en ese año es aceptado por el Capítulo General. Manzanillo no debe carecer de información sobre el hecho.
Por otro lado, en el Cabildo celebrado “En la çiudad de Santiago de León, en veinte y siete días del mes de noviembre de mill e quinientos y noventa e dos años, se juntaron en su cabildo e ayuntamiento...dixeron que por quanto está tratado y comunicado en éste y otros cabildos se acresçiente y haga yglesia para convento en las casas que se hacen de Sancho de Villar, según el trato y conçierto que tiene este cabildo con los albaçeas del dicho Sancho del Villar, difunto, y porque demás de la obra que los ofiçiales están obligados a hazer en la dicha casa, conforme a la planta y conçierto que tienen de Sancho de Villar, avía algunas mejoras y acresçentamiento de obra, según este cabildo hordenare se haga, y para que aya seguridad dello y los oficiales hagan la obra y tengan seguro su trabaxo, dixeron que obligavan y obligaron los propios, rentas deste cabildo y çibdad y sus términos, que oy tiene y en adelante tuviere y adquiriere por alguna manera, y quando los dichos propios no alcançaren a la paga de las mejoras y acresçentamiento que se hiziere en la dicha casa, yglesia y convento, se sacaran limosnas en esta çibdad para la paga dello, y quando no las aya ni lo uno ni lo otro alcançare, se obligan, de consetimiento y voluntad propia suya, el dicho capitán Juan de Guevara, alcalde hordinario en esta çibdad, el capitán García González de Silva, depositario jeneral y rejidor perpetuo, Andrés Machado, rejidor, se obligarán y harán obligación en forma, no alcançando los propios y rentas deste cabildo, que ay y adelante uviere, y las limosnas que se pudieren, ellos con sus personas e bienes lo pagarán; y así se obligan y harán escritura en forma”.
A Sancho de Villar se le concede en el cabildo celebrado el 23 de marzo de 1590 “una quadra de quatro solares que esta por baxo de la quadra y solar de Bermudo Sastre. Híçosele merced de la dicha quadra, syn perjuicio de derecho de tercero, y que lo edifique conforme a los probeydo y so pena dello”. La ubicación de estos solares queda reflejada en el Cabildo habido el 24 de octubre de 1590, por referencia indirecta: “En este cabildo, por petisión, Alonso García Pineda una quadra de solares, frontero de la quadra que tiene Hernando Bermudo que es la calle avajo como ban a la bega por bajo de San Francisco...”
Fr. Juan Martínez Manzanillo había fallecido en Caracas el día 1 de Enero, a las doce de la noche. El 4 de Febrero el Cabildo, con la asistencia única del deán D. Francisco López, elegía por Provisor y Vicario General a Fr. Cristóbal de Ojeda. Al objetarse la elección hecha, declarando la incapacidad del electo por ser fraile y suponiendo a éste en Caracas, donde residía Manzanillo,despojado del oficio en Julio de ese año, perdemos su pista, pero cabe preguntarse: ¿tuvo alguna participación en las disposiciones testamentarias de Sancho de Villar?
El último Cabildo en el que interviene Sancho de Villar, firmando sus Actas, es el celebrado el día 1 de Enero de 1591. Comenzando el año 1592 muere el Obispo y ese mismo año se menciona a Sancho de Villar como difunto. Analizando las Actas del Cabildo no se encuentra una donación de solares para edificar el convento de San Jacinto, por lo que se deduce que la ocupación final de dicho convento se ha debido realizar por permuta de solares entre particulares. De lo contrario, una cesión hecha por el Cabildo necesariamente tenía que aparecer en las Actas, cosa, que como decimos, no ha ocurrido.

2. Desarrollo del Convento de San Jacinto: su proyección en la ciudad de Caracas.
La presencia del Convento de San Jacinto en la vida de la ciudad de Caracas comienza a ser notada en las mismas Actas del Cabildo, cuando el 27 de Mayo de 1.600 se reseña: “...En este cabildo se propuso y trató por parte del contador Simón Bolibar que retenía en su poder una bula, la qual presentó, tocante a la cofradía del Dulce Nombre de Jesús, escrita en molde, y la qual combendría al serviçio de Dios nuestro Señor y benefiçio y bien de nuestras almas que en esta ciudad se guardase la dicha santa cofradía en el conbento de San Jacinto conforme en la bula se declara, y para que de todo punto es estirpe la mala costumbre y abuso que ay (en las gentes)... se acordó escriviese este cabildo al señor obispo don fray Domingo de Salinas para que dé licençia y permisión para que se funde la dicha cofradía..”
La confradía del Dulce Nombre de Jesús, tiene forzosamente que establecerse en el recién fundado Convento de San Jacinto por estar otorgada su promoción a la Orden, por Bula del Papa Gregorio X, con fecha de 20 de septiembre de 1274. Reiterará dicha comisión Pío IV (1659-1665). La primera Cofradía es fundada en Portugal por iniciativa de fr. Andrés Díaz, hacia 1423. En Burgos es creada por Fr. Diego de Vitoria en 1564.
Han transcurrido casi tres años desde la fundación y el convento está en proceso de construcción. En Octubre de 1600, el día 4, el Cabildo “trató de ayudar a los frayles de San Jacinto a açer su casa e yglesia, y se acordó que el contador Simón Bolibar y el capitán Juan de Guebara, pidan en esta çiudad limosna a todos los becinos para ayudar a açer dicha yglesia...” La Ciudad se ha tomado muy en serio lo relacionado con San Jacinto y así en Cabildo celebrado el 27 de Enero de 1601 nombra un mayordomo para que entienda en todo lo que atañe a la limosna recogida en la Ciudad y los gastos que se siguen de la fábrica del Convento. “Se acordó que fuese administrador y mayordomo de la obra del dicho combento y en su poder entre la limosna que se ha mandado al dicho combento, a Diego Días... que presente estaba, lo aceptó por serbir a Dios y al bienaventurado San Jacinto...”
Fr. Juan de Caviedes, que desempeña el oficio de Procurador General de los Dominicos de La Española, el 29 de Marzo de 1607 “informa a S. M. que esta orden tiene tres conventos en la provincia de Venezuela, tan pobres que el Santísimo Sacramento está en unas cajas de madera. Solicita se le haga merced de hacerle en Sevilla tres sagrarios de madera dorada y se envíen a dichos conventos por cuenta de la hacienda de S. M..” Uno de los tres conventos en esta Provincia de Venezuela era San Jacinto (los otros dos eran: el de La Concepción de El Tocuyo y La Candelaria de Trujillo, aunque en realidad eran Vicarías los tres).
El 2 de Enero de 1608 acude ante el Cabildo Fr. Pedro de las Casas para exponer la situación en que se encuentra el Convento, sus muchas necesidades y el estado actual de la fábrica. Los Regidores designan al Alcalde Ordinario Diego de Villanueva y al Regidor Diego Díaz Becerril para que, con el oficio de Mayordomos y “diputados para la cobranza de la limosna que se debe en esta ciudad a la obra”, disponiendo que tuviese la caja el Regidor y librase los pagos el Alcalde Ordinario.
La obra del templo se lleva a cabo dejando unos solares libres al frente del mismo. Transcurridos dos años vuelven los frailes a solicitar ayuda del Cabildo. El 19 de Abril de 1610, Fr. Juan Maldonado pide, en nombre del Convento que le otorguen otros dos solares “que corren de norte a sur... y de los cuales tenemos necesidad en forma que el Convento quede cerrado conforme a las leyes de nuestra religión.” El Cabildo, después del informe previo de los comisionados Bartolomé de Emazavel, Alonso Martínez Videla y Pablo de Ponte, acceden a la solicitud, con la condición de que el solar que está adelante haga uno con el que le se otorga.
Como Vicaría tenía cuatro religiosos y vivía de las limosnas.
En 1611 era Vicario de San Jacinto Fr. Jacinto Hurtado. Y para el año 1623 se encuentra en San Jacinto Fr. Antonio de Rojas como conventual.
La fábrica de la iglesia conventual debe estar concluida para 1615 o al menos muy avanzada puesto que en ella se manda sepultar Doña Leonor Muñoz de Rojas “mujer legítima del cappn Luis Blanco de Villegas murió el 29 de Enero de 1615 su cuerpo fue sepultado en el convento de San Jacinto donde por cláusula de su testamento eligió sepultura.”
Al detallar el Notario conventual, en 1698, los hitos de la evolución de la fundación caraqueña, podemos ir perfilando el recorrido: “Después del año de mil seiscientos y treinta, teniendo ya algunas capellanías, se erigió este Convento en Casa Prioral y sustentaba doce y catorce religiosos.” Esta afirmación unida a la carta de Fr. Luis de San Miguel, completa la visión del primer cuarto del siglo XVII.
En 1630 el Capítulo Provincial celebrado en el Convento de Santo Domingo de la isla Española, pide que la casa de San Jacinto, en Caracas, sea elevada a Priorato. De ello da cuenta Fr. Luis de San Miguel, en 1632: “La costa abajo hacia el poniente y casi en frente de la isla Española, en la ciudad de Sanctiago de León, cuatro leguas del puerto está el convento de San Jacintho de la calidad que en las actas se a hecho mención para su erección en Priorato. Aunque aquí ay un muy lucido convento de San Francisco, obispo, ziudad y governador hacen al de la Orden singular favor y estima”.
La Comunidad de San Jacinto está conformada en esas fechas (17 de Diciembre de 1632) por los siguientes frailes:
“Rvdo P. Prior, Fr. Juan Cáncer,
Subprior, Fr. Matías de Monsalve,
Fr. Diego Sarmiento de Herrera,
Fr. Andrés de Castro,
Fr. Diego Sanoia,
Fr. Andrés de Herrera.”
El año 1641 está en San Jacinto Fr. Francisco de San Juan.
Durante el pontificado de Fr. Mauro de Tovar, Obispo de Caracas, surge un problema para la Comunidad de San Jacinto. Conventual de San Jacinto, en 1642, es Fr. Diego Manso de Contreras. Este fraile se encuentra en el puerto de La Guaira y allí, con ocasión de la expedición a Curasao organizada por el Gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor, atiende en confesión al mismo Gobernador y a los soldados que participaban en dicha jornada. Se le denuncia ante el obispo por ciertas irregularidades: confesó en la sacristía del templo parroquial. Le retira la licencia para confesar y predicar en todo el obispado y así se le notifica a fr. Juan Cáncer, Presidente del Convento.
No es el único fraile que tiene problemas con el polémico Obispo Tovar. El 30 de marzo de 1646 escribe Sor Isabel de Atienza y Carvajal , monja en el Monasterio de Santa Clara de la ciudad de Santo Domingo, quejándose del obispo Fray Mauro de Tovar e intercediendo por su hermano Fr. Alonso de Carvajal, de la Orden de Predicadores, preso en Venezuela.
En 1644 está aceptado como Convento formal, puesto que en ese año se menciona a Fr. José Zaá como Prior de San Jacinto y se le concede el grado de Presentado a título de predicación. Pero no se trata de la fecha de la aceptación como priorato. Al no constar en el Capítulo General de 1642 y no tener las Actas publicadas de los antecedentes Capítulos Generales, hay que ubicar la aceptación entre 1632, fecha de la carta de Fr. Luis de San Miguel y de la celebración del capítulo general en San Pablo de Sevilla y el de 1642. Supuestamente ha debido celebrarse Capítulo en 1639, por Pentecostés, lo cual concordaría con la solicitud de elevación a Convento.
Recogemos otro dato de la Visita de Martí: “...Hai también una real Cédula expedida en Madrid a Diez y seis de Diciembre de mil seiscientos treinta y siete (colocada al folio 251 del libro de reales Cédulas) en que se manda al Prior de dicho Convento, que no se escuse de dar Religiosos para predicar sin estipendio alguno los Sermones de Tabla, y Ferias de Quaresma en la Cathedral y Parroquias.”
Fr. José de Saá aparece entre los frailes presentes, en 1639, cuando se recibe la profesión de las monjas en Regina Angelorum de Trujillo y es presentado como Lector de Artes.:”En la ciudad de Truxillo de nuestra señora de la Paz, obispado de Venezuela el catorce días del mes de junio de mill y seis cientos y treinta y nuebe años...y los Reberendos padres ffray francisco mendez vicario del combento de nra. señora Decandelaria de predicadores de esta dha ciudad y ffray joseph desaa Lector de artes y predicador de la dha orden, y ffray joan de santo thomas Religioso combentual del dho combento...”
Desde Madrid se envía al Obispo de Venezuela una Cédula con fecha de 30 de Septiembre de 1639, pidiéndole información sobre la pretendida licencia solicitada por la casa hospicio de la Orden de Predicadores en Caracas para la fundación de un convento. Esta cédula llega en la sede vacante de la Diócesis, pues Agurto de la Mata ha fallecido el 24 de Diciembre de 1637 y el sucesor, Fr. Mauro de Tovar, cuyas bulas son despachadas por Urbano VIII el 11 de octubre de 1639, no llegará a Caracas hasta el 20 de Diciembre de 1640. Fue Provisor D. Domingo de Ibarra.
Apuntamos como año más que probable de la elevación a casa prioral de San Jacinto de Caracas, el de 1639 y su primer prior sería Fr. José de Saá.
De hecho, en 1641, cuando surge un pleito sobre los bienes que han quedado, por la trágica muerte de María Pérez, para la Cofradía de la Virgen del Rosario, erigida en el convento de San Jacinto, aparece Fr. José de Sá como Prior del mismo. La carta está dirigida al Gobernador y Capitán General:
“Muy Poderoso Señor:
Fray José de Sá, Prior del Convento de San Jacinto de esta ciudad, del Orden de Predicadores, y en su nombre y en el de los Religiosos de él, como más haya lugar y a nuestro derecho convenga, digo: que María Pérez, difunta, que murió ab intestato, del accidente del temblor de tierra que sucedió en esta ciudad el once de este mes , desde tiempo de su vida y muchos días antes que muriese, hizo donación perfecta para después de sus días en cuanto al efecto de ella, al dicho mi Convento y Capilla de la Serenísima Reina de los Angeles, Madre de Dios Sacratísimo Rosario, de todos los bienes y de la estancia de cacao sita media legua de esta ciudad, de las tierras de ella y de labor y demás bienes que tenía para Capellanía. Que los dichos Religiosos le habían de decir misas en la capilla, cuya voluntad y disposición pía, declaró muchas veces ante muchos testigos que lo supieron y vieron y se lo oyeron decir a ella misma. Que los dichos sus bienes eran de la sacratísima Virgen, Madre de Dios del Rosario, para la dicha Capellanía, porque ha fallecido como es notorio, muerta de unas tapias que le cayeron encima y la maltrataron por causa de dicho terremoto; y vivió y murió bajo esta voluntad, sin haberla alterado jamás como saben muchos testigos, y que en todo el discurso de su vida perseveró en esta disposición y en ninguna manera constará que la revocase y será justo que su alma goce de los sufragios que se le han de decir, y el dicho mi Convento haya la limosna y gracia que hizo de los dichos bienes.
A Vuestra Merced pido y suplico mande recibir información de lo referido, y atento a no tener herederos forzosos a quienes citar para ello, sea con citación de la persona que Vuestra Merced fuere servido, sobre que pido entero cumplimiento de justicia y costas, protesto y juro en forma lo necesario y que los testigos que presentaré se examinen por el tenor de esta petición, y para ello... Caracas, diez y siete de junio de mil seiscientos y cuarenta y un años- Fray José de Sá.”
En esas fechas es Gobernador y Capitán General el General Ruy Fernández de Fuenmayor que desempeña el cargo en la Provincia de Venezuela desde 1637 a 1644.
Cuando el 14 de Agosto de 1641. Fr. Mauro de Tovar, obispo de Venezuela, informe al rey, hará una relación detallada de los desastres ocasionados por el terremoto del 11 de Junio del año precedente, entre las ocho y las ocho y media de la mañana. No hubo casa de la ciudad que no se resintiera en su fábrica o viniese totalmente al suelo. “La iglesia de los dominicos no cayó, pues los arcos la aguantaron, pero quedó rendida y se vendrá al suelo, como también se derrumbó la mayor parte de un quarto que tenían nuevo.”
En el Capítulo General celebrado en Valencia, en 1647, se instituye Predicador General para el Convento de San Jacinto a Fr. Antonio del Rosario, Vicario del Convento de la Candelaria de Trujillo, por renuncia del Prior Provincial Fr. Jacinto Martín.
Las resonancias del desastre ocurrido el día de San Bernabé todavía aparecerán en la carta que los dominicos caraqueños envían al rey el 24 de marzo de 1669: “El terremoto de 1641 arruinó totalmente el convento, “se ha reedificado el cuerpo de la iglesia, capilla mayor y de Nuestra señora del Rosario, sin ser posible adelantarse más, estando como están todas las demás capillas., que son siete, sacristía, celdas, noviciado y demás oficinas necesarias sin empesar, viviendo los religiosos con mucha incomodidad en las que de palos, paja y tierra fabricaron luego que pasó el terremoto. Piden limosna.”

3. Presencia polifacética del Convento de San Jacinto durante el siglo XVII.
La importancia de este Convento en la Provincia fue en aumento. En 1670 se erige en casa de noviciado y estudio general universitario, con cuatro cátedras: Artes, Teología Escolástica, Teología Moral y Sagrada Escritura. No sólo casa de estudios y novicios, sino convento de observancia para todos los frailes que quieran vivir todo el rigor de la regla y constituciones de la Orden. La Comunidad es numerosa: “Sustenta treinta religiosos ordinariamente.”
Forman parte de la Comunidad, entre 1652 y 1672, Fr. Jacinto Calderón, Pdo., Fr. Mateo de Quesada, Fr. Pedro de Ojeda, Fr. Cristóbal de Quiñones,(Prior en 1662), el Mtro. Fr. Juan de Berdece, exprovincial, Fr. Juan Sánchez (subprior en 1664), Fr. Diego Sarmiento, Fr. Alonso de Flores, Fr. Pedro de Mesa, Fr. Felipe Salgado, Fr. Felipe García, Fr. Francisco de Silva.
Y a partir de 1686, por muchos inconvenientes que conlleva la celebración rotatoria de los Capítulos Provinciales, todos se tendrán en el convento caraqueño. De este modo se convierte el Convento de San Jacinto en el epicentro de la vida de la Provincia de Santa Cruz.
La presencia de los dominicos en Caracas es relevante. En el Sínodo celebrado en 1687, participan el Presentado Fr. Diego Sarmiento, Prior y Vicario provincial junto con el Maestro Fr. Diego de Villafranca, Regente de estudios de San Jacinto y apoderado del Prior de El Tocuyo. En este Sínodo se nombran Examinadores sinodales a los dos predichos y además a los Maestros Fr. Mauricio Gaona, Fr .Juan de Olivera, Fr .Pedro García, Fr. Francisco de Silva y al Lector Fr. Manuel de Santa María.
Sobre los fondos de la biblioteca de San Jacinto no se tienen muchas noticias, por este motivo conviene reseñar aquí uno de esos pocos datos. El 23 de septiembre de 1698, desde Sevilla “Fray Francisco de León, residente en el Convento de San Pablo de Sevilla, pide licencia para remitir a Caracas, en el navío de registro, un cajón con los libros siguientes:
Obras de María Gonet, 5 tomos.
Biblioteca de Combefis (sic) 8 tomos.
Gaudin, 2 tomos.
Barzia, 3 tomos: Martiano, santoral y eucarístico.
Compendio de Diana.
Compendio de Salazar.
Todos para entregar a Fray Juan de Olivera en el Convento de Santo Domingo de Caracas.”
Está San Jacinto en su mejor momento. Imparte filosofía y teología en su propia sede y con aprovechamiento de los vecinos de la Ciudad. En las aulas de San Jacinto se formaron algunos de los que posteriormente serían catedráticos de la Universidad caraqueña.
En cuanto al templo conventual es descrita su situación por Fr. Manuel de Santa María: “La Iglesia está, como se ha dicho, menos una nave y con seis puntales; pero los altares están decentemente compuestos y el mayor está adornado con su sagrario dorado y lienzos de cuadros que lo perfeccionan. La capilla del santísimo Jesús está muy bien adornada con un retablo dorado, blandosillos de plata y colgaduras. La capilla de la Virgen del Rosario, tiene la santa imagen muy devota con coronas y mantos muy decentes, está colocada en un retablo de aseada escultura, el cual aún no está acabado ni dorado. La capilla de la gloriosa Santa Rosa tiene otro muy bueno dorado la cual capilla está viciada del comején. Los demás altares están llanamente adornados.- Tiene la Iglesia cuatro lámparas que arden de día y de noche. Tiene un órgano muy aseado. Tiene tres campanas, aunque la mayor está rajada.- Y así mismo tiene las demás alhajas necesarias para el servicio de la Iglesia y Convento, aunque de poco valor...”
El mencionado informe da algunas referencias sobre el culto que se celebra en el templo conventual:
“Todos los jueves del año a la renovación del Santísimo y admirable Sacramento, ha visto V. S. seis hachas y catorce velas de a media libra; y en la Octava del Corpus se ponen más de treinta velas, a vísperas misa mayor y maitines cantados, con más las festividades de Nuestro Señor Santo Domingo y otros con el aparato necesario.
La Virgen del Rosario se descubre cuatro veces al día con seis velas; tres cuando se rezan los tres tercios del rosario y una a la noche cuando salimos a cantarles por las calles; cuyos gastos se pueden y deben apreciar por más de quinientas libras, que al presente vale cada una, a diez reales. Y la he visto por veinte y cuatro el cual gasto es considerable para la renta asignada, que, a no haber su Magestad (que Dios guarde)) hechonos limosna de aceite para la lámpara y vino para las misas, le quedamos a su magestad Católica repetidas y reverendas gracias, toda la renta fuera necesaria para cera, vino y aceite, que este vale a cinco pesos y el vino a diez y doce pesos...”
Detalla también el ajuar de sacristía con el que contaba el Convento en los finales del siglo XVII: “Las alhajas de plata que tiene la sacristía son las siguientes. Tres custodias. Una guarnecida con algunas esmeraldas, perlas y otras piedras ricas. Otra de bronce sobre dorada; y otra de poco valor que tiene en las manos el glorioso San Jacinto, titular de este Convento. Siete cálices con salvillas y vinajeras. Cruz y ciriales para las procesiones. Una cruz pequeña para las manos del preste. Un incensario con su naveta. Seis blandones de plata y costo, valen más de mil y doscientos pesos. Trece candeleros pequeños. Una peaña guarnecida de plata, en la que se coloca Nuestro Señor en la custodia. Ocho varas de palio. Una caldereta para el agua bendita con su hisopo. Los ternos y casullas aunque no son de las mejores telas son aseados y de todos colores; asi mismo casullas, albas y frontales, hay todo lo que basta para la celebración del culto divino.•”
En torno a 1686 inicia el P. Silva la misión con los Tomuzas en los Valles de Barlovento. No está exenta de polémica la presencia de los dominicos en las misiones de Barlovento. El 1 de Agosto de 1695, escribe el Gobernador Francisco de Berroterán informando de “haberse restituido Fr. Francisco de Silva, de la Orden de Predicadores, a la reducción de los indios tomusas, pero que habiendo entrado en su pueblo la enfermedad del sarampión, los indios lo desampararon y huyeron a los montes.”
San Jacinto sostiene esa misión con frailes y medios económicos. Fundan algunos pueblos :Encarnación de Orocusna-Caucagua y Capaya, en el siglo XVII y Santo Domingo de Mamporal en el XVIII, permaneciendo al frente de estas misiones y doctrinas hasta 1754 en que se verán forzados a entregarlas al clero secular.
En el seminario se encuentra dando clases Fr. Manuel de Santa María. Cuando el obispo Baños y Sotomayor escribe al rey el 24 de Enero de 1689, dando cuenta de la situación del Seminario, dirá: “...La cátedra de Artes fue provista en fr. Manuel de Santa María, dominico...” Al inaugurarse el Seminario, fundado por Fr. Antonio González Acuña unos años antes, los dominicos de San Jacinto estarán presentes en las solemnidades organizadas. Reseñamos aquí el acto mismo de la inauguración: “ En la ciudad de Santiago de León de Caracas, a veintinueve días del mes de Agosto de mil seiscientos noventa y seis años, como a las cuatro y media de la tarde, en el Palacio Episcopal de Ilustrísimo Don Diego de Baños y Sotomayor, Obispo de este Obispado de Venezuela y Caracas... el Maestro Fray Antonio de Sampayo, de la Orden de Predicadores, Provincial de esta Provincia; el reverendísimo Maestro Fray Juan de Elmira, de la misma Orden, regente de los estudios del Convento de San Jacinto de esta dicha Ciudad; el reverendo padre Fray Juan de la Mota, lector de Prima de Teología de dicho Convento; el reverendo padre Fray Joseph de Ugarte, lector de Vísperas; y el reverendo padre Fray Rodrigo Poneira lector de Filosfía de dicho Convento...”
Como puede verse está presente lo más lucido del Convento a través del cuadro docente: Regente de Estudios, lectores de Prima, Vísperas y Filosofía. Es el rostro docente de San Jacinto, convertido desde el año 1670 en Estudio General y Universidad, concedido tal rango por el Capítulo General celebrado en Roma. En la capital del Orbe católico se encontraba Gozález Acuña, Obispo de Caracas. De la situación de los estudios en la Sede de su Obispado debía tener noticias, pues a instancias suyas se hace la concesión del estudio y Universidad para el convento dominicano de Caracas.
Los seglares encuentran también su ámbito espiritual a la sombra del convento y así, en 1689 se funda en San Jacinto la Tercera Orden de Santo Domingo, a la que se incorporan las más notables figuras de la sociedad caraqueña. Será Prior de ella, en 1690, el Castellano Don Juan de Arechederra (su hijo Fr. Juan de Santo Tomás profesó en San Jacinto y llegó a ocupar la sede episcopal de Nueva Segovia, en Filipinas y la capitanía general de aquella Provincia).
A Don Francisco de Berroterán, Capitán General y Gobernador, muy vinculado al Convento por razone familiares, le darán un informe detallado de la situación del mismo el 7 de Julio de 1698. Responden a un carta del Gobernador, con fecha de 9 de Octubre de 1697. En ese momento la situación es como sigue:
“La renta que al presente tiene este convento son cuarenta y cinco mil pesos de principal, de capellanías, de misas cantadas y rezadas. Tenemos obligación de decir todos los años, mil ciento y diez misas, doscientas y catorce cantadas, las ochocientas y noventa y seis rezadas. Tiene un tejar que le renta, un año con otro, ochocientos pesos. Tiene una tenería en que se curten cueros de vacas, que le renta un año con otro, trescientos pesos. Comienza a fundar un hato en los Llanos, jurisdicción de la ciudad de San Sebastián. Tiene cien reses vacunas. debe este convento al proveedor Pedro Jaspe de Montenegro, tres mil y más pesos con que se compraron los esclavos que administran el tejar y tenería. Y habiendo habido el año de mil seiscientos y cuarenta y uno, a once de junio, un terremoto, en que se cayeron todas las casas de la ciudad y convento, no ha podido fabricarse más que la Iglesia y a esta le falta una nave por fabricar y la sacristía y torre para las campanas, y para vivienda de los religiosos no tiene fabricado más que un dormitorio, y los demás faltan por fabricar y los claustros y demás oficinas del convento...
Y atendiendo a ser cierta y legal la relación hecha por el sobredicho reverendo Padre Prior que fue, respondo con ella con mas lo que en el transcurso del tiempo que ha corrido del año de noventa hasta el de noventa y ocho, en que estamos, digo, que tiene dos creces en sus capellanías seis mil y quatrocientos pesos con pensión de ciento y sesenta misas rezadas y doce cantadas. de pérdida en la peste de viruelas, sarampión, vómito y otros achaques, ocho esclavos de beneficio del tejar y la tenería y esto sin estar pagados, quedando con la falta de ellos, y la carga de la satisfacción de la deuda. Las reses vacunas de que deseábamos hacer un hatillo (como arriba va ya referido) que nos diera carne y manteca y cebo para ayudar al gasto, todas se han perdido por falta de peones que las asistiesen y cuidasen, y como el sitio de los Llanos es casi un mar, como V. S. le consta, no ha quedado en el sitio de fundación ni una res...
La fábrica de este dicho mi Convento se ha adelantado estos años, porque se acabó la sacristía que quedó vistosa pieza, la cual hacia veinte y ocho años que la tenía comenzada siendo la detenciòn de tanto tiempo la causa de faltar los medios para su adelantamiento, y aunque al presente nos sirve no está del todo perfeccionada como a V. S. le consta. También un pedazo de solar que costó doscientos pesos para hacer en él la enfermería para la curación de los religiosos, de la cual carecen por no haber habido posibilidad de fabricarla por la carencia de reales. también consta a V. S. cuando se comenzó la fábrica del claustro, pues su limosna y empréstito lo han asistido de que debemos considerarle porción y es notoria a V. S. no se ha podido proseguir siendo pasado más de un año sin que podamos asentar ni un ladrillo de los que fabricamos en nuestro tejar, porque se gasta en el Convento, reparo que hacen pocos, que debieran atender a que gastamos en mantenerlos, y que sus esquilmos no nos mantienen porque los aplicamos a la fábrica y tenemos sobre él mil y quinientos pesos de tributo...”
En el Capítulo General de Roma (1686) se había ordenado que en el Convento de San Jacinto se construyera una enfermería para los frailes. Fr. Manuel de Santa María nos señala, en 1698, que está por hacerse a consecuencia de la falta de recursos monetarios.
A las lastimosas expresiones de Fr. Manuel de Santa María, con fecha de 1698, responde favorablemente el Consejo de Indias, encargado de velar por quienes estaban en estas tierras: “La Cámara de Indias es de parecer que se sirva V. M. conceder al convento de San Jacinto de la orden de predicadores de la ciudad de caracas, 1.500 pesos de limosna por una vez para ayudar a la reedificación de dicho convento.”
La situación del convento, a pesar de las dificultades económicas por las que atraviesa, es realmente buena. En Agosto de 1690 se reune, por primera vez después de lo establecido por el Capítulo General de Roma de 1686, el Capítulo Provincial. “Concurrieron más de cuarenta religiosos.” En este Capítulo sale elegido prior provincial Fr. Juan de San Joseph y tiene para Caracas una especial significación, al ser aprobada la fundación de la Tercera Orden de Penitencia, cuya andadura había comenzado el año anterior. El 13 de Agosto de 1690 comienza el Capítulo Provincial y es presentado por Don Juan de Arechederra, Castellano de La Guayra y prior de los Terceros, un Documento para que sea estudiado por los capitulares y den su parecer y aprobación. Ha sido aprobado por los hermanos Terceros en Consulta celebrada el 5 de Agosto.
Desde 1670 San Jacinto tiene el rango de Estudio General y Universidad menor. Es, por lo tanto, el único Estudio que tiene esas características en toda Venezuela. Sus cursos son reconocidos por la Universidad de Santo Domingo, sita en el Imperial Convento de los Dominicos de la Española. Conocemos la composición del claustro profesoral en 1696: Regente de estudios, Fr. Juan de Elmira. Lector de Prima de Teología, Fr. Juan de la Mota. Lector de Vísperas, Fr. Joseph Ugarte. Lector de Filosfía, Fr. Rodrigo Poneira. En las aulas de San Jacinto ha cursado sus estudios el Presbítero Domingo López Landaeta, en 1693 designado por Baños y Sotomayor, Catedrático de Vísperas en el Colegio Seminario de Santa Rosa.
Finalizamos el siglo XVII con una pujante vida espiritual, docente y apostólica en el Convento de San Jacinto de Caracas. Así cruza el umbral del siglo XVIII, manteniendo el tono alcanzado al finalizar el siglo.

4. El siglo XVIII en el Convento de San Jacinto: esplendor y declive.
Durante el siglo XVIII nos vamos a encontrar con la integración de la Orden en la Universidad Pontificia de Santa Rosa de Lima, la dejación forzosa de las Misiones en la zona de Barlovento y la presencia dominicana en la piedad popular, a través de la Archicofradía del Rosario, Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, Ermita de Jesús Nazareno en el cerro del Calvario y la Milicia Angélica. Un pequeño conflicto por la ingerencia de la potestad civil en asuntos extrictamente eclesiales, que no estaban sujetos al Vicepatrono regio, y por otro lado normalizado por las disposiciones sinodales vigentes.
El Jueves Santo en Caracas parece estar signado por los conflictos y las catástrofes. El conflicto al que nos vamos a referir se ocasiona con motivo de la tradicional entrega de la llave del Sagrario del Monumento en el Jueves Santo. Recojo lo ocurrido de los mismos documentos en los que se revela.
“Señor Gobernador y Capitán General:
Fray Carlos de Villoria, Procurador General del Convento de San Jacinto, Orden de Predicadores de esta ciudad de Santiago de León de Caracas, en la mejor vía y forma que por derecho haya lugar y por remedio y recurso que en él sea necesario y convenga, y en nombre del Prelado y Religiosos de dicho mi Convento, y en nombre del Prelado y Religiosos de dicho mi Convento, ante Vuestra Señoría parezco y hago presentación con la solemnidad del derecho de una Real Provisión ejecutoria, por la cual su Alteza fue servido mandar que de ninguna manera las Reales Justicias impidan ni embaracen el que los Jueves Santos reciba ern la Iglesia de dicho mi Convento la llave del Sagrario el Marqués de Mijares o la persona a quien tuviere voluntad de echarla el dicho Prelado de dicho Convento, como todo con más en ella expresado consta largamente de dicha Real Provisión, con la cual hablando con la debida modestia se le mande dar cumplimiento; por tanto , a Vuestra Señoría pido y suplico que habiendo por presentada dicha Real Provisión, se sirva mandar darle el debido cumplimiento según y conforme llevo pedido, por ser así de justicia que pido y juro en forma lo necesario,... Fr. Carlos de Villoria.
“Don Felipe, por la gracia de Dios, Rey de Castilla...
A Vos nuestro Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, sabed que en la Audiencia y Cancillería Real que por nuestro mandato reside en la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, y ante nuestro Presidente y Oidores de ella, se ha visto una carta consulta del Prior y frailes del convento de San Jacinto de esa ciudad, en que se cuenta de la resolución que habéis tomado, de que las Llaves de los Sagrarios de los Conventos e Iglesias de esa ciudad no se diesen a persona alguna sin vuestra licencia, motivo que había ocasionado, el que la de su Convento no se había dado al Marqués de Mijares, su bienhechor, habiendo estado en costumbre en darle todos los años, a los Primogénitos de su Casa, por las muchas limosnas que hacía en dicho Convento y otras rentas que a su favor había impuesto y que con la novedad introducida se había extraído este año, del goce de dicha llave, por cuya ocasión, se había privado a dicho Convento de la mucha limosna que percibía, siendo en gravísimo daño y perjuicio suyo, con todo lo demás que en dicha consulta expresó de la cual se mandó dar vista a nuestro Fiscal, quien dió petición que ella y lo en su vista proveído por nuestro Presidente y Oidores, uno en pos de otro es del tenor siguiente:
Muy Poderoso Señor:
El Fiscal de Su Majestad en vista de esta consulta que hace el Convento de San Jacinto de la Orden de Predicadores, dando cuenta que con motivo de una orden que dio vuestro Gobernador de la ciudad de Caracas, para que ninguno tomase la Llave sin su licencia, de los Sagrarios, como es estilo el día del Jueves Santo, de este presente año se había ocasionado mucha disminución al Culto Divino en aquel día, y cesado una obra pía que se había dotado en él, para repartir entre los pobres, excusándose el Marques de Mijares a quien tocaba llevar dicha Llave de tiempo inmemorial, y repartir dicha limosna de tomarla por dicha razón: dice, que mediante estos actos no son profanos ni de la jurisdicción del Gobierno que no se puede extender a limitar este culto que se hace dicho día al Santísimo Sacramento, y que por la Constitución Sinodal está admitida la costumbre de que los seglares traigan la Llave dicho día, del Santísimo, Vuestra Alteza se ha de servir mandar a dicho vuestro Gobernador, no se embarace en adelante impidiendo estos actos del Culto Divino. Sto. Domingo y Abril 20 de 1712.- Licdo. Torre.
Despáchese Real Provisión para el Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, no ignove en cosa alguna en el punto que se ha tratado, sobre la llave del Sagrario, en conformidad del Sínodo de aquella Provincia, pena de doscientos pesos de oro, aplicados en la forma ordinaria. Fue proveído este Auto en la Sala por los señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia y Cancillería, a saber los señores Licenciados Don Sebastián de Zereceda y Xirón, Don Francisco Fernández del Varco, Don Jorge Miguel Lozano de Peralta y Don Tomás Fernández Pérez, Oidores, que lo rubricó el señor Semanero, estando en Audiencia; en Santo Domingo, en veinte y uno de abril de mil setecientos doce años.- Don Juan Alejandro Fortún, Secretario de Cámara.
Y para que el referido Auto sea llevado a debida ejecución y cumplimiento, fue acordado que debíamos de mandar nuestra Carta y Real Provisión, para Vos el dicho nuestro Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, en la dicha razón, y nos tuvímoslo por bien, por lo cual os mandamos, que luego que seáis con ella requerido, por parte del Convento y Frailes de San Jacinto de esa ciudad, le déis su debido cumplimiento, no ignovando en cosa alguna en lo que se hubiere acostumbrado, en dar la Llave el día del Jueves Santo, a la persona que eligiere, en conformidad del Sínodo de esa Provincia, arreglándoos en todo y por todo, del Auto suprainserto, bajo la misma pena mandamos a cualquier nuestro Escribano os la lea, e intime y de ello de fe. Dada en la ciudad de Santo Domingo a veinte y dos de Abril de mil setecientos doce años.- Don Juan Alejandro Fortún, Secretario de Cámara del Rey Nuestro Señor, la jice escribir por su mandato con Acuerdo de su Presidente y Oidores. Registrada, por el Canciller Dionisio de Ledesma.”
Hemos comenzado el siglo narrando este conflicto, dentro del ámbito litúrgico y que revela un aspecto, quizá sin importancia, de la ingerencia de los Vicepatronos yendo más allá de sus extrictas competencias.
No será el único conflicto que tendrán que afrontar los dominicos durante este siglo.
a) Presencia Universitaria en la ciudad de Caracas.
Los estudios realizados en San Jacinto debían tener cierto reconocimiento, incluso una vez erigida la Universidad de Caracas en el seminario de Santa Rosa de Lima. De hecho siguieron impartiéndose los cursos, tanto en San Jacinto como en San Francisco, pues la necesidad obligaba. El sistema cíclico de los cursos y el hecho de haber una solo cátedra de Filosofía, obligaba a los alumnos, para no perder el tiempo, a matricularse en los que se impartían en los conventos y luego acudir a la Universidad y por la vía de la dispensa de exámenes lograr la graduación.
Eliminar esa anomalía, pero tal vez algo más (los privilegios que los religiosos tenían), mueve al Cancelario doctor Sosa a solicitar del Monarca que se prohibiera absolutamente la vieja costumbre de que en los conventos fueran admitidos estudiantes universitarios. El 6 de noviembre de 1740 por una real Cédula se ordena al Cancelario que ni el Rector ni el Claustro dispensaran ni aprobaran los cursos que los estudiantes hubieran concluido en los conventos.
Desde 1670 hasta 1740, fecha de la medida adoptada por el Rey en relación con los estudios conventuales y la Universidad de Caracas, San Jacinto ha desempeñado con éxito su labor docente. La Universidad Pontificia es concedida a Caracas en 1721 y erigida formalmente en 1725. Durante 15 años han venido los dominicos enseñando en sus aulas sin contradicción. Ahora se cierne un grave peligro para su función docente. Los Dominicos en esta oportunidad no pierden el tiempo en discusiones sobre los privilegios, sino que se lanzan de una vez a la integración en el Claustro Universitario.
El 14 de Agosto de 1741 se presenta en el Claustro universitario de Santa Rosa de Lima, Fr. Pedro González Figueredo, Prior de San Jacinto, para proponer la creación de dos cátedras, una de Filosofía y otra de Sagrada Escritura, regentadas en propiedad por los Dominicos. La oportuna presencia de la Orden en el momento en que se trata de “los medios de dotar las dos cátedras de Filosofía que se pensaban crear... pidió que no se emitiera ningún acuerdo hasta tanto él no consultara el asunto con los miembros de su comunidad.” Hombres avezados en las tareas universitarias, con experiencia suficiente por tener dos Universidades propias, en las que sin duda habrían impartido cursos en ambas especialidades, no hicieron un simple ofrecimiento, sino que presentaron todo un plan:
* Profesores propios de la Orden perpetuamente.
*Que el curso de filosofía se iniciara año y medio después de comenzado el corriente, para que los estudiantes no tuvieran que esperar tres años como era de costumbre.
* Obtener una borla de doctor gratuitamente en cada cátedra, afdemás de las que ya tenían concedidas por las Constituciones de la Universidad.
No fue aceptado todo lo propuesto con facilidad. la objeción se centró en la provisión de las cátedras y como contraoferta incluirían al Provincial o al Prior en el jurado calificador. Los frailes de San Jacinto no admitieron esto y a su vez ofrecieron estos siete puntos:
1. Que se radicase perpetuamente “en propiedad” de la Orden de Predicadores las cátedras de Filosofía y sagrada escritura y que sus catedráticos gozaran de los mismos privilegios que los profesores universitarios.
2. Que las cátedras no se proveyeran por oposición , sino que el prior presentara tres candidatos a una Junta integrada por el Gobernador de la Provincia, el Obispo, el Cancelario y el Provincial de la Orden, y no estando éste presente, el Prior o prelado del convento.
3. Que el Rector y los Conciliarios serían los encargados de dar posesión de las cátedras a los que salieran electos como catedráticos.
4. Que la lectura de la cátedra de Filosofía empezaría el 6 de marzo, día del “Angélico” doctor Santo Tomás, mientras no hubiese “motivos graves” para alterar esta fecha.
5. Que se permitiera a los catedráticos titulares nombrar sustitutos o interinos en los casos de ausencia o enfermedad, y que a estos últimos no se les exigieran títulos universitarios.
6. Que los cursos de Filosofía y Sagrada Escritura, a cargo de los Dominicos, tuvieran la misma validez académica que los otros que se dictaban en la Universidad; y que, por lo tanto, a los estudiantes que aprobaran los citados cursos no se les pusiera ningún obstáculo para recibir los grados.
7. Como remuneración por leer ambas cátedras, la Universidad se comprometería a otorgar a cada uno de los catedráticos una borla de doctor en teología, pero en el caso de que las finanzas universitarias se robustecieran, el Convento abrigaría la esperanza de que estas cátedras fueran bien dotadas.
Todo fue aceptado por la Universidad y confirmado por real Cédula despachada en Aranjuez el 13 de Junio de 1742.
Aceptada la propuesta, los Dominicos se incorporan a la docencia universitaria en Caracas. Así hallamos en sus respectivas Cátedras:
*de Filosofía, a partir de 1741: Fr. Pedro de la Sierra (1741)
Fr. Agustín Espinosa de los Monteros (1748)
Fr. Pedro González Figueredo (1751)
Fr. Agustín Espinosa de los Monteros (1754-58)
Fr. Mateo Blanco (1760)
Fr. Francisco Antonio Gómez de Castro (1763-66)
Fr. Francisco Cárdenas (1772
Fr. Salvador González (1784)
Fr. Juan José Isaza (1787)
Fr. Manuel García (1790-93)
Fr. Juan Manuel de Avila (1793-96)
Fr. Santiago Salamanca (1794)
Fr. Felipe Espinosa de los Monteros (1796-99)
* Y en la Cátedra de Sagrada Escritura hallamos por el mismo lapso de tiempo:
Fr. Pedro González Figueredo (1742)
Fr. Juan Bautista Marrón (1745)
Fr. Ambrosio García de Sena y Castillo (1747)
Fr. Pedro de la Sierra (1749)
Fr. Juan Bautista Marrón (1750)
Fr. Domingo Blanco (1758)
Fr. Domingo Peralta (1761)
Fr. Tomás Murillas (1763-65)
Fr. Francisco A. Gómez de Castro (1785)
Fr. Juan José Isaza (1790)
Todavía en el último cuarto del siglo XVIII harán los dominicos otro intento de incrementar su presencia en la Universidad, proponiendo la creación de la Cátedra de Lugares teológicos e Historia eclesiástica. Al Cancelario Fernández de León le presentan el proyecto en 1786. Las condiciones son idénticas a las que ya venían gozando en las otras dos cátedras. El Claustro de la Universidad rechazó esta proposición “... no tanto- decía- por ser gravosos la borla de balde cada trienio sino por evitar esta odiosa singularidad y prejudiciales consecuencias de destinar maestros de la pública enseñanza en esta Universidad sin ser examinados y aprobados por ella”
En la segunda mitad del siglo XVIII volvemos a encontrar otra referencia sobre los fondos de libros que llegan a San Jacinto. Desde Cádiz, el 12 de Octubre de 1761 se envían “Libros que comprenden 2 cajones que embarca en el navío “San Carlos”, que va a Caracas, Don Antonio Vélez, para entregar al reverendo P. Fray Domingo Marrón de la Orden de Predicadores.
1 Juego del P. Castejón, 7 tomos, en 4º.
4 tomos del Seleri Predicable, en 4º
1 Juego espectáculo de la Naturaleza, 16 tomos en 4º
1 Juego de Gómez, de leyes, 3 tomos, folio.
1 Juego Curia ilustrada, 2 tomos, folio.
1 San Vicente Ilustrado, en 4º.
3 Cursos de Philosofía de Irribarren, e tomos, en 4º.
1 ceremonial Dominicano.
1 Juego Combate espiritual, 2 tomos en 12º
3 Juegos Arte explicado, 3 tomos en 8º
12 Oficios del Rosario.
4 oficios de San barulio.
4 Oficios de Dolores.
4 Oficios de la Sangre de Christo
36 Instituto Civil y Real, en 4º
1 Juego de obras de Antonio Gómez, 5 tomos en folio.
1 Philosofía de Gendín, 2 tomos en 8º
1 Ulloa: De Rosario, en 4º
1 Confianza en Dios.
Otro cajón:
1 Flos Santorum de Villegas, en folio.
1 Juego de Feijoó, 18 tomos en 4º
2 Práctica de Corella, en 7º.
8 Juegos Combate spiritual, 2 tomos.
8 Juegos Arte esplicado, en 8º
3 Soledades de la vida, en 4º.
4 Luz de la fe y la ley.
10 Ulloa: De Rosario, en 4º.
2 Propinomio evangélico.
2 Vida de Santo Domingo, en folio.
6 Larragas de Mora, en 4º.
2 Juegos de Gracián, en 4º, 2 tomos.
4 Novelas de Zayas, en 4º.
7 Novelas sin las vocales, en 4º.
4 Temporal y Eterno, en 4º.
4 Vida de San Antonio Abad.
1 Juego de la Madre Agreda, 9 tomos, en 8º
4 Docenas de catones a 17.
4 Methodo de hablar con Dios, en 8º
2 Juegos de Cathecismo de Fleuri, 2 tomos, en 8º
4 Destierro de Ignorancias, en 4º
6 Artes de Grammática, en 8º
3 Persiles y Segismundo, en 4º.”

El 5 de mayo de 1780 “Fr. Francisco Castro, catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad de Caracas, expone sus servicios literarios para que su cátedra sea elevada a una entera uniformidad con la de Lima.”
La presencia y actividad de los dominicos en la Universidad caraqueña durante el siglo XVIII amerita un estudio detallado. Aquí nos hemos limitado a ofrecer una somera reseña.




b) San Jacinto y la devoción a Jesús Nazareno. La ermita del Calvario.
La tradición de llevar la imagen de Jesús Nazareno al Calvario se inicia el 5 de Mayo de 1741 gracias a la devoción de Fr. Eugenio González, fraile del Convento de San Jacinto y Comisario de la Archicofradía del Rosario.
De este modo se entronca esta iniciativa del fraile dominico caraqueño con la muy antigua de la devoción de la contemplación de las estaciones del Viacrucis, introducida en el occidente cristiano por San Alvaro de Córdoba, dominico promotor de la reforma de la Orden de Predicadores en la Provincia de España, en 1423. En la serranía cordobesa, a una legua de la ciudad de Córdoba implanta el primer viacrucis fuera de Jerusalén. Siete eran las estaciones que allí se plantaron.
En Caracas lo implantará Fr. Juan de Bohorquez, obispo dominico, durante el tiempo que rigió la Diócesis de Coro. Un cronista de la Ciudad dirá: “No es aventurado suponer que estas cruces son las del primitivo Calvario establecido por fray Juan Cataneo Bohorquez, obispo de Caracas de 1612 a 1618. Los miércoles y viernes de Cuaresma el recorrido de las estaciones salía de San Mauricio hasta la esquina de Gaspar de Silva y allí cruzaba hasta alcanzar la calle de Mar”.
Apoyando esta iniciativa de Fr. Eugenio González está Fr. Nicolás de Sotolongo, prior de San Jacinto y la solicitud que el Concejo elevará al Monarca solicitando la regia autorización para edificar la capilla del Calvario. Vamos a seguir de cerca el proceso de esta edificación y la vinculación del convento dominicano con ella.
Los inicios se recogen en esta solicitud: “M. Y. C. J. Y Regimiento Diego de Fuenmayor y Joseph de Ulloa, vecinos de esta ciudad como más haya lugar por derecho, parecemos ante vuestra señoría en su Ayuntamiento y decimos que estando como estamos y muchos devotos, fervorizados en el adelantamiento del Santo Calvario en aumento propio y utilidad en obra tan santa, en el alto del cerro donde hace una meseta pasado el arroyo Caruata, y para ello hemos deliberado hacer un salón inmediato a dicho Santo Calvario, para que en él se recoja Jesús Nazareno en las ocasiones que se ofreciese ir en procesión los viernes de cada mes, a devoción del padre fray Eugenio González, religioso del sagrado Orden de Predicadores de esta ciudad, para cuyo fin se ha de servir V. S. Concedernos un sitio en dicha meseta de dicho alto, que recibiremos merced de la grandeza de V. S. por tanto a V. S. Pedimos y suplicamos se sirva concedernos el sitio para el expresado efecto, que así lo esperamos de la grande benignidad de V. S. Cuyo noble oficio imploramos y en lo necesario juramos”.
Buena era la voluntad de estos vecinos pero no fue suficiente para evitar algunos contratiempos con Fr. Eugenio. Así encontramos una respuesta del Concejo a las quejas presentadas por él en contra de dichos vecinos: “...siendo así que dicho reverendo padre, estando como está constituido en el santo ejercicio de llevar los viernes del año, al Calvario y Humilladero, la efigie de Jesús Nazareno, con el ejercicio de la Vía Sacra; y siendo así que este dicho sitio, al sureste (sic) de esta dicha ciudad, en lo alto del cerro Caruata, y que en los inviernos padecían de la incomodidad de las lluvias, por cuyo motivo el año pasado de cuarenta y dos, captó la venia a los individuos de este Ayuntamiento para que le hiciesen la gracia de concederle en dicho sitio, una cuadra de tierra de ciento cincuenta varas... declararon haber sido dichas datas hechas a fin de tan santo ejercicio...”
Nos encontramos, pues, con una edificación provisoria, que no podemos identificar con la Ermita de Jesús Nazareno y Ntra. Sra. De Balbanera, puesto que de ella se comenzará a tratar unos años más tarde. Esta primera eedificación debió ser de escasa solidez.

El 25 de septiembre de 1750 el gobernador remite al Rey “una representación y testimonio del cabildo secular de aquella ciudad que solicita licencia para construir, en los extramuros de ella, una ermita dedicada a Jesús Nazareno, a fin de celebrar en ella el Vía crucis y que se pueda oficiar misa los días de precepto.” Es la primera mención que se hace de la Ermita del Calvario, vinculada a la Orden y al Convento de San Jacinto desde sus mismos orígenes. El 25 de Abril de 1752, será la parte eclesiástica la que intervenga apoyando la construcción, en respuesta a las diligencias exigidas por el Rey: “El provisor de Caracas en virtud de los que S. M. manda sobre la erección de la ermita en el sitio del Calvario, extramuros de aquella ciudad, tiene asegurada la cantidad que se cree suficiente para dicha obra, según justifica con el testimonio que adjunta. Dicha ermita deve tener de largo en claro de obra 24 varas, 6 para la capilla mayor, las del cañón 18; ancho en claro de la obra 8 varas; alto desde el nivel general, 7 varas; grueso general de simientos, 1 vara; profundidad hasta el nivel general 374; grueso sobre el nivel general de mampostería, 1 vara menos sesma, por 2 corredores cerrados de 6 varas de largo, 4 en claro de ancho, para el efecto de guardar los hornamentos con mayor decencia, y demás aderentes de dicha hermita, sus solerías , texas y cañas (fol 51) maderas, puertas ventanas, escabaziones, removimiento de tierras, más parte de agua, andamios, útiles, o erramentería para dicha obra, encalados, la manufactura de carpintería y albañilería, el todo suma , e importa in scriptura toda la cantidad de 2.062 pesos 4 reales.”
En este mismo años de 1752, el 1 de mayo, Don Felipe Ricardos comunica “que el obispo de la diócesis no ve inconveniente en la pretensión de la ciudad de Caracas, de que se le dé licencia a los de la orden de predicadores para construir una ermita en el sitio del Calvario. Se le dará el título de Jesús Nazareno, llevando allí dicha imagen y la de Nuestra señora de balbanera, que son las que se sacan los viernes en el Viacrucis.” La licencia fue concedida por el rey por Real Cédula de 20 de Enero de 1753 y el 25 de Abril de 1754, el Cabildo justicia y regimiento dará las gracias al monarca por tal licencia para la edificación de la dicha ermita. En 1756 es presentado un expediente por “fray Miguel de Cárdenas, religioso de la Orden de Predicadores, en que se pide se permita hacer una ermita en las afueras de Caracas, en el lugar llamado el Calvario.” Y nuevamente el 19 de febrero de 1757, “S. M. da licencia para que mientras se fabrique la ermita de Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de Balbanera, en el paraje del Calvario de los arrabales de caracas, se establezca un altar portátil con campana.” La obra de la ermita concedida a la Orden no ha comenzado todavía el 1 de Octubre de 1757, como se desprende de un informe del Gobernador en dicha fecha.
Como la obra se retrasa, el 23 de Junio de 1759, el Monarca “advierte a la ciudad de Caracas que hasta ahora no se ha dado principio a la ermita del Calvario, habiendo dado el dinero para ello el licenciado don Domingo Palacios, y la imagen de Nuestra Señora de Valvanera.” Las obras deben ir muy lentas, pues el 6 de Julio de 1760 “el cabildo secular da cuenta a S. M. que a pesar de la dotación económica que dejó el licenciado Don Domingo Palacios, y de tener concedido el terreno, no se adelanta en la obra de la ermita de Jesús Nazareno.” El 29 de Julio de 1761, la ciudad acusa recibo de la Real Cédula que permite la edificación de la Ermita del Calvario. El 7 de mayo, desde Aranjuez, es enviada una real Cédula a la Ciudad “ordenándole por segunda vez que construya la ermita de Jesús Nazareno, para lo cual dejó fondos Don Domingo Palacios”.”
Las obras de la ermita deben estar terminadas, pues el 27 de Junio de 1763 “el prior y Comunidad de Predicadores de la ciudad de Caracas suplican a V. M. que, una vez terminada la ermita de Jesús Nazareno en el Cerro del Calvario, consideran la necesidad de hacer otra en el llano del pie de dicho cerro. Acompañan testimonio con las ventajas de la nueva construcción.” En informe del 16 de mayo, el cabildo secular “informa a S. M. del estado de la fundación de la ermita de Jesús Nazareno y Nuestra señora de Balbanera que dejó dispuesta Don Domingo Palacios; y expone lo conveniente que sería construir otra al pie del Cerro del calvario, quedando la primera que se fabricó en lo alto para que sirviese de abrigo a los acompañantes del Santo Rosario.”
Don José Solano, Gobernador de la Provincia, el 16 de Noviembre de 1765, cumpliendo con lo exigido en la Real Cédula de 29 de Enero de 1764, “informa, con justificación, que es conveniente fabricar una ermita con el nombre de Jesús Nazareno en el llano del monte Calvario por el beneficio que ofrece el estar cerca la comunidad dominica de San Jacinto, sin perjuicio de la parroquia.”
El templo de los dominicos se convierte en el primer lugar en el que recibe culto y organiza una Congregación para promover la devoción al Corazón de Jesús. En 1761 se elabora “un expediente sobre la aprobación de las Constituciones de la Congregación del Corazón de Jesús, fundada en el convento de San Jacinto, orden de Predicadores, de la ciudad de Caracas.”
En el año 1772 el templo conventual de San Jacinto es visitado por el Illmo. Mariano Martí, Obispo de Caracas. A él debemos una detallada descripción del templo del siglo XVIII, arruinado en el terremoto de 26 de marzo de 1812: “Tiene su Iglesia de tres naves distinguidas en el centro con dos ordenes de Columnas, y Arcos de ladrillo, y en lo exterior Paredes de calicanto que sostienen el techo formado de Tablas, y Tirantes cubiertos de texa. La Puerta principal mira al Norte adornada con mediana fachada: A la vanda que mira al Poniente que es el lado de la Epístola tiene una capilla para la Tercera Orden, de igual logitud que la Iglesia; los Altares que hai colocados en esta y en dicha capilla son diez y siete en esta forma; el mayor en que siempre está colocado el Santissimo Sacramento; en la Nave de la Epístola hai seis dedicados uno a Nuestra Señora del Rosario, en que también está colocado el Santissimo Sacramento para su Administración al Pueblo, otro dedicado a Santo Tomás de Aquino, otro a Santa María Magdalena, otro a San Juan Nepomuceno, otro a Santa Ana y otro a Santa Rosa de Lima; En la Nave del Evangelio hai cinco dedicados, al Santissimo Niño Jesús, a el Santissimo Christo de Burgos, a San Joseph, a San Vicente Ferrer y a Nuestra señora de las Angustias. En la Capilla de los Terceros hai otros cinco dedicados, uno a Santo Domingo, en que también está colocado el Santissimo Sacramento, otro a Nuestro Señor Crucificado, otro a Santa Bárbara, otro a Jesús Nazareno, y otro a Nuestra Señora de Chiquinquirá, todos los quales están decentemente adornados...”
Para completar la imagen del templo de San Jacinto, en este siglo, conviene recoger este otro dato. El 24 de Julio de 1748, se plantea ante el Vicepatrono regio la necesidad de realizar obras de pavimentación en la Catedral de Caracas y se presenta ante aquél una solicitud en la que se dice: “... en la ocasión presente de encontrarse unas losas de piedra mármol que se han traído a esta ciudad de los Reinos de Spaña conducidos del Señorío de Génova cuia coyuntura sise malogra con la compra de ellas por otras Iglesias, no se hallarán, siendo tan necesarias y mui útiles para el aorro economico y menor costo de la dha santa Yglesia y porque su permanencia y perpetuidad escusarían en adelante los necesarios y continuos reparos que ocasiona lo más debil del ladrillo , en cuya consideración a mas de la mayor decencia resulta el beneficio de la Iglesia, teniendo esta suficientes Rentas y caudales para executarla (párrafo tachado) y de las mismas losas según entiende el suscrito se halla enlosado el pavimento y presviterio de la Iglesia de Sn Jacinto del Monasterio del Orden de Predicadores de esta Ciudad...” Muy notable debe ser la apariencia del templo para que el Cabildo catedralicio ponga sus ojos en él y quiera para la Catedral las mismas calidades que tiene el templo conventual de los dominicos caraqueños.
Al tiempo de la realizar su Visita el Obispo Martí, la Comunidad estaba formada por 48 frailes y señala el Obispo que era tenido como Convento mayor o Casa grande.
Y de la imaginería que llenaba el templo dominicano de Caracas conviene decir también algunas cosas:
El 27 de Mayo de 1769 se embarca en Cádiz una imagen de San Cayetano: “Guía de embarque de Don Lorenzo de la Azuela en el navío “Nuestra Señora del Coro”, su maestre Don Fermín de Sansinencia, que va a La Guaira, de 1 cajón que contiene una efigie de San Cayetano. Destinatario el R. P. Fray Vicente de Acosta, de la Orden de Predicadores.”

5. La etapa final del Convento de San Jacinto: el corto y decisivo siglo XIX.
La decadencia de la vida dominicana en el convento de San Jacinto se va gestando poco a poco, ya en los últimos años del siglo XVIII. Los cambios que en el orden político se vienen preparando no son ajenos a la vida interna del convento. En sus claustros ha de sonar la apasionada discusión entre realistas y patriotas . No vamos a detenernos ahora en ello.
Y a estos sucesos que envuelven la vida conventual hay que sumar la ruina parcial de sus edificios en el terremoto de 1812. Fr. Felipe Espinosa, prior en los álgidos momentos de 1810 responderá a un oficio del Arzobispo Coll y Prat, en el que se pide información sobre el estado del templo y convento a raíz del terremoto. Con fecha de 23 de Junio de 1812 escribe:
“El Prior del Convento de Predicadores a consecuencia del oficio de S. I. en que se me pide razón de la iglesia nuevamente erigida en la plaza perteneciente al Convento, dice: que la capilla tiene de longitud quince varas, de latitud como siete y media, compuesta de más del cañón mayor, dos naves a diestra y siniestra; en cuyas naves se hallan cinco altares, exceptuando el mayor. Colocados en ellos nuestra Patrona la Santísima Madre del Rosario como nuestro Padre Santo Domingo; al Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, San Jacinto y San Vicente Ferrer. Se halla cubierta de maderas limpias con sus correspondientes techos, todo seguro, firme y resguardado de sus tres puertas grandes y sus llaves; en la nave mayor nos reunimos a los oficios divinos así de rezo como de canto los religiosos actualmente existentes, y que por lasa circunstancias del tiempo, pueden residir en este lugar, por la escasez de comidas; lo caro de ellas; las pocas o ningunas facultades que en el día tenemos por lo entorpecido del pago de tributos, los peligros de la misma ciudad no me permiten el obligar, estrechar, compeler a los demás religiosos a la vida común...
Sobre los materiales del convento y la iglesia, hace muchos días, se están poniendo los medios acopiándose en lugares seguros, con el fin de reedificarse con ellos mismos, cuando sea la voluntad del Señor y tengamos proporciones, en el mismo sitio, convento e iglesia...
El prelado y su Comunidad tienen especial complacencia en saber que S. I. se interesa infinito en cuidar, procurar e indagar de sus bienes y personas, y de ello le damos repetidas gracias y como súbditos fieles y obedientes, después de cumplir con la mayor exactitud con cuanto mandare y fuere de su agrado, no cesaremos día y noche, así en nuestros sacrficios como en oraciones públicas y secretas, el pedir al Padre de las luces las derrame sobre nuestro Príncipe, nuestro Prelado, colmándolo de bendiciones y de favores para que nos rija con aquella equidad y paternal caridad propia de su carácter.
Dios guarde a S. I. muchos años. Su más obediente súbdito Q. B. S. M.
Plaza de San Jacinto: 23 de Junio de 1812.”
Un templo provisional se ha levantado en menos de tres meses y en él se celebran los cultos y de él saldrá en octubre de ese mismo año la imagen de Nuestra Señora del Rosario para presidir, junto con el Crucificado de Catedral, los actos penitenciales organizados por el Arzobispo.
Aunque en 1813, por el informe ofrecido por Fr. Mateo de Espinosa al Arzobispo Coll y Prat, la Comunidad está integrada por quince frailes presbíteros, seis estudiantes profesos y dos sirvientes seculares:
“Estado, que demuestran los Conventos y religiosos, que actualmente los sirven y habitan en esta Arzobispado de Caracas, para satisfacer al Oficio que para ello se me ha pasado, como Vicario Provincial de este Departamento de la Provincia de Sta. Cruz de las Indias Occidentales del Orden de Predicadores el Illmo. Sr. Dr. Dn. Narciso Coll y Prat, del Consejo de S. M. Su actual Prelado y disnísimo Arzobispo
Caracas.- Convento principal de San Jacinto, casa de estudios y de Novicios.
M. R. P. Mtro. y Dr. en Sagrada Teología Fr. Mateo de Espinosa., Vicario Provincial
M. R. P. Mtro. y Dr. Fr. Francisco Vázquez, ex Provincial y electo Prior de él.
M. R. P. Mtro. y Dr. Fr. Manuel Samaniego.
M. R. P. Mtro. y Dr. Fr. Diego Martínez.
R. P. Lector y Dr. Fr. Felipe Espinosa, Vicario in Capite y Prelado actual.
R. P. Pdo. Fr. Bartolomé Acosta.
R.P. Pdo. Fr. Santiago Salamanca, Regente de Estudios..
P. Fr. Andrés Gil.
R. P. Fr. Ramón Betancourt, Doctor y Catedrático de Sgda. escritura en la Universidad.
P. Fr. Tomás González.
P. Fr. Juan Nepomuceno López.
P. Fr. Juan García, Catedrático de Filosofía en la Universidad.
P. Fr. Lorenzo Rivero.
P. Fr. Joseph María Ponte.
P. Fr. Joseph Anselmo Peña.
P. Fr. Juan Abreu.
Coristas:
Fr. Juan Francisco Catellar, Diácono.
Fr.Calixto Hernández.
Fr. Joseph Antonio Cobos Fuentes.
Fr. Ambrosio González.
Fr. Domingo Espinosa.
Fr. Joseph Antonio.
Sirvientes seculares:
Juan Nepomuceno Domínguez, Sacristán.
Félix Carrillo, idem.
Convento de San Jacinto de Caracas, y Enero 5 de 1813.
Fr. Mateo de Espinosa,
Maestro, Vicario Provincial.”
Todavía por estas fechas regentan las Cátedras de Filosofía del religioso y de Sagrada Escritura.
La determinación del Capítulo General de 1686 por la que los Capítulos Generales se celebrarían en este Convento, dejó cumplirse en el siglo XIX, puesto que en 1808, se celebrará en el Convento de San Juan de Letrán en la ciudad de La Habana (Cuba). Así aparece en el Acta del Consejo celebrado en San Jacinto el 25 de Noviembre de 1808: “...habían probado lo contrario en juicio ante el M. R. P. P. Prior Fr. Antonio Pudencio Pérez; qe estos papeles era mui regular los presentase el dho P. Prior al Vene Definitorio qe actualmte se hallaba en camino pª la Havª en donde se celebra el inmediato Capítulo...”
Conoce su ocaso con las Leyes de Cúcuta de 1821 puestas en vigor nuevamente en 1837, momento en el que se consuma la supresión.
Al Congreso reunido en Valencia en Septiembre de 1830, elevará un memorial el Arzobispo Méndez señalando su protesta “por la violación de la disciplina canónica, y sagrados derechos de la Iglesia, y suplico, que el Congreso se digne tomar en consideración, y para su propio honor, desagravio de la Iglesia, y utilidad de los pueblos, mandar que todas y cada una de las propiedades de los conventos suprimidos, inclusos los inventarios, escrituras y libros de su constancia, sean íntegramente restituidos, sin que embaracen las adjudicaciones practicadas de puro hecho y sin ninguna autoridad...
Todavía son más irregulares los procedimientos contra el convento de S. Jacinto. La cárcel pública, después de mucho tiempo había estado en una casa alquilada, cuyo amo no la reclamó; y la municipalidad ocupaba las antiguas consistoriales, cuando quiso el intendente mejorarlo todo a expensas ajenas. Comenzó por enviar fuera del territorio unos tres religiosos; (de cuya causa si la hubo, ninguna participación se ha hecho), y atreviéndose a mandar, que uno se quedase de capellán de la iglesia en un aposento aislado, y cuya comunicación para los usos de la vida, debía ser por la iglesia misma, y que otro fuese a vivir en orden distinto con los de la Merced, transplantó al convento la cárcel, la municipalidad, y las oficinas de los escribanos, obligando a éstos a que tomasen habitación, y la pagasen a favor de los propios de la ciudad. No pareció todavía bastante. Cuando pude conseguir, que se me entregase una parte del edificio, quedando provisoriamente la otra para servir de cárcel como lo está hoy día; de mano armada o propia autoridad el comandante general, y sin embargo de mi contradicción, se entró en el convento, y estableció cuarteles: acontecimiento que ha poco se ha repetido, y se repetirá mientras obre la fuerza. Suplico ahora al Congreso, se sirva observar, si tal es el orden de las cosas de una república. ¿Dónde está la seguridad, la propiedad y la protección que ella ofrece a los individuos...
A la iglesia de San Jacinto falta poco para su conclusión; la parte de convento que se me dió, estaba aseada, aliñada, y por los eficaces cuidados del padre Presidente actual, en disposición de ir adelante, y con los seis individuos del orden, que por fortuna nos quedan, puede con razón esperarse que la mano de Dios, que no está abreviada, replante unas instituciones, a que deben estos pueblos imponderables servicios. Sí, señor; lo repito y todos lo saben: imponderables servicios...”
Día triste para San Jacinto será el 27 de octubre de 1837. Con esa fecha el jefe político del cantón, B. Manrique, escribe al Gobernador del Arzobispado en estos términos: “La comisión encargada de inventariar, recibir y entregar los bienes y alhajas de los conventos suprimidos en esta capital, ha acordado dar principio a los inventarios de él del patriarca Santo Domingo a las doce del día de mañana 28 de los corrientes. Esta gefatura lo pone en conocimiento de V. S. para su inteligencia y para que se sirva nombrar la persona que deba hacerse cargo de todo lo perteneciente al Culto de dicho Convento...”
Por parte del Gobernador eclesiástico se da contestación a la anterior nota, dejando pasar casi un mes. Nada hay que hacer por salvar el Convento, a pesar de las disposiciones canónicas que impiden este tipo de enajenaciones, los hechos son consumados implacablemente. Esta fue la respuesta:
“Caracas, 22 de noviembre de 1837.- Señor jefe Político del cantón.- Por el oficio de ud. del 27 de octubre último quedo impuesto de haberse determinado se lleve a efecto la supresión del Convento de Santo Domingo. Sin embargo de que este negocio, como anteriormente lo tengo expuesto, es de exclusivo conocimiento de Su Santidad, a quien debo dar cuenta oportunamente, he dispuesto se haga entrega de la iglesia y de todo lo perteneciente al culto al R. P. Fr. Félix Ravelo con anuencia del Ve. Cura de la Sta. I.Metropolitana....- Dr. Pablo Antonio Romero.”
Con ese misma fecha se escribe al Padre Ravelo: “Nada puedo decir a V. R. sobre la supresión de ese convento por ser uno de los negocios reservados a Su Santidad, mas llevándose a efecto, según aparece del oficio del Gefe Político que V. R. me inserta en comunicación de 27 de octubre último, he dispuesto se haga V. R. cargo y entrega de la iglesia, vasos sagrados, ornamentos, alhajas y prendas de las imágenes, con lo demás perteneciente al culto, por inventario formal que presenciará el V. Cura de la S. I. Metropolitana, y firmado por ambos, lo remitirá a la secretaría Arzobispal. Por consencuencia de la ocupación del Convento por la autoridad civil, queda disuelta la Comunidad y sus religiosos sujetos a la jurisdicción ordinaria eclesiástica, y mediante a que se ha hecho ya por el Gobierno asignación mensual para la prosecución del culto divino, la cual tendrá efecto el día 1 del mes entrante, puede V. R. seguir oficiando en la iglesia....- Dr. Pablo Antonio Romero.”
No aceptó el Padre Ravelo la capellanía de San Jacinto y fue nombrado el franciscano Arrambide para asumirla el 30 de Noviembre de ese año. Atendió el templo conventual durante dos años, ya que a fines de octubre de 1839 nuevamente se le ofrece al P. Ravelo, que en esta ocasión aceptó el ofrecimiento.
Del inventario hecho al tiempo de la entrega del templo y supresión del convento, recogemos este extracto:
“Inventario del Convento de religiosos Dominicos de esta Capital de lo perteneciente al templo, sus alhajas, ornamentos sagrados, prendas de las imágenes y demás del Culto, principiado hoy 23 de Noviembre de 1837 por la Comisión nombrada por el Señor Gobernador de la Provincia, de conformidad con la resolución del P. E. de 1º de marzo último, reglamentando la ley de 23 de febrero sobre la supresión de Conventos:
Templo y Alhajas:
Primeramente un hermoso templo de tapias y rafas en regular estado, compuesto de tres naves con sus tres puertas a la plazuela, tres coros altos con sus embarandados nuevos, tres puertas más interiores, una comunica de la iglesia a los claustros bajos, otra para la sacristía, y la otra comunicade esta oficina a los claustros, una hermosa sacristía con sus correspondientes ventanas, y dos piezas o almacenes destinados exclusivamente para depositar trastos pertenecientes al culto.
Cuerpo de la iglesia:
1. Altar Mayor.- Con el retablo, sagrario con espejo, peaña, velo y dos ramitos de esmalte, su piedra de ara, y sacra, paños interiores, tarima y alfombra de regular uso, su crucifijo común, colocados: San Jacinto, Santo Tomás, San Pedro Mártir, dos imágenes de N. P. Santo Domingo y N. P. San Francisco.
2. Altar de Nuestra Señora del Rosario.- Con su sagrario con velo y ara para la comunión, sacra correspondiente, su crucifijo común, tarima y alfombra de buen uso y colocada: la Virgen del Rosario de bulto.
3. Altar de Santo Tomás .- Con su retablo dorado, sagrario, piedra de ara y sacra, un crucifijo regular, tarima de madera y alfombra, colocados: Santo Tomás, San Miguel y Ntra. Señora de la Luz.
4. Altar de Santa Bárbara.- Con su retablo dorado, sagrario, piedra de ara y sacra, un crucifijo regular, tarima de madera y alfombra de buen uso, colocados: Santa Bárbara, dos imágenes de Santa Catalina, y un cuadro de San José.
5. Altar de San Juan Nepomuceno.- Con su retablo dorado, sagrario, piedra de ara y sacra correspondiente, un crucifijo de madera, su tarima y alfombra algo maltratada, colocados: San Juan Nepomuceno, y el Niño de la Guarda.
6. Altar de la Chiquinquirá.- Con su retablo dorado, sagrario, piedra de ara y sacra, un crucifijo de madera, tarima y alfombra de algún uso, colocados: Nuestra Señora de Chiquinquirá, San Joaquín y Santa Ana.
7. Altar de nuestra Señora de la Piedad.- Con su retablo dorado, piedra de ara y sacra correspondiente, un crucifijo de metal, tarima y alfombra de mucho uso, colocados: la Imagen de la Piedad, San Antonio y San Juan Nepomuceno.
8. Altar de San Vicente Ferrer.- Con su retablo dorado, piedra de ara y sacra, un crucifijo, tarima y alfombra, colocados: San Rafael y la Santísima Trinidad.
9. Altar de San José.- Con su retablo dorado, piedra de ara, sacra, un crucifijo de metal, tarima y alfombra de regular uso, colocados: San José, Nuestra Señora de la O, San Juan de Dios, y la degollación de San Juan Bautista.
10. Altar del Santísimo Cristo.- Con su retablo dorado, piedra de ara y sacra, un crucifijo de metal, tarima y alfombra de regular uso, colocados: el Santísimo Cristo, y un cuadro de la Soledad.
11. Altar del Santo Niño.- Con su retablo dorado, piedra de ara y sacra, un crucifijo, tarima y alfombra, colocados: El Dulce Nombre de Jesús, un cuadro de Nuestra Señora del Rosario.”
Con la descripción hecha por el Padre Ravelo nos encontramos el tercer templo de San Jacinto, sin las modificaciones sufridas antes de las obras de remodelación hechas después de la requisa mandada hacer por Guzmán Blanco. Se puede observar la diferencia entre el descrito por Martí, arruinado por el terremoto de 1812, el provisional referido por el P. Espinosa y éste. Los dos últimos no señalan la existencia de la Capilla de los Terceros, cuya reedificación no se llevó a efecto, pues además existe la anotación de una capilla dedicada a la Piedad “sin puertas al frente ni al fondo.”
Como Capellán de San Jacinto estarán los capuchinos Fr. Miguel de Valdepeñas, en 1847. Estuvo también al servicio del templo dominicano Fr. Diego de Villalonso, capuchino como el anterior. De él se dice que edificó la capilla de la Piedad antes indicada.
El 27 de Noviembre de 1851, según Mesanza después de la muerte de Fr. Lorenzo Rivero supuestamente ocurrida ese año, le dieron la posesión de la iglesia de San Jacinto al Dr. José Manuel Mendoza.
El 10 de Agosto de 1855, se publica en la Crónica Eclesiástica de Venezuela el nombramiento de capellán de San Jacinto: por segunda vez se hacía cargo de nuestro templo el franciscano Fr. Carlos de Arrambide.
Por la “Crónica Eclesiástica de Venezuela” podemos tomar el pulso al templo dominicano. En él siguen efectuándose las celebraciones propias de cada Cofradía.
Y así llegamos al momento en el que la pica comienza la progresiva transformación del espacio físico de San Jacinto, algunos de sus muros todavía persisten incrustados en otras edificaciones que disimularon su físico. Las razones, siempre insuficientes para la expropiación y luego para su completa demolición, dadas por los gobernantes del momento, son una evidencian de unos procedimientos que intentaron disimular unos motivos en sí mismo inaceptables.
El Ministro del Interior y Justicia, J.M. Paúl, con fecha de 13 de Agosto de 1873 se dirige al Vicario Apostólico de Caracas y Venezuela Dr. Miguel Antonio Baralt en estos términos:
“Reverendo Señor Vicario Apostólico de Caracas.- El Templo de San Jacinto, antigua Iglesia del Convento de Dominicos, que desaparecieron muchos años antes de la extinción de las comunidades, quedó arrasado por el terremoto de 1812; y en 1815 ó 1816, aprovechando escombros y pobres limosnas, fue el primero que se procuró levantar, y lo fue tan frágilmente, como él lo está demostrando. Rodeado del grande escombro del edificio conventual, que necesariamente se convirtió en enjambres de comején, esta plaga voraz y destructora, cebada por sesenta años en aquella débil construcción, no podía sino reducirla al estado en que se encuentra, en que débiles puntales, apenas pueden diferir el hundimiento de los techos, y el desplomo de aquellos muros de tierra. es notoria la peligrosísima situación de aquel templo, tan distinto en solidez y forma de tantos otros que también arrasó aquella catástrofe; pero que la piedad ilustrada de la capital ha restablecido, con ventajas visibles de solidez y buen gusto. Hace tiempo viene creciendo el temor de que en un día cualquiera, y quizás de festividad, puedan ser víctimas de un imprevisto sentimiento religioso, centenares de católicos bajo aquellas naves tan próximas a convertirse en escombro. esto, por lo que hace a la jurisdicción civil, imponiéndole el deber de una inmediata precaución de tal desgracia. Pero otras consideraciones, de un linaje que también pertenece a la jurisdicción eclesiástica, exigen que ella fije su atención preferente, y sin demora, en esta materia. Hubo de establecerse el único y gran mercado de la Ciudad, en construcciones más o menos provisionales, sobre el área del antiguo convento, o en sus restos escombrados, y ha quedado el templo, por el Norte, este y Sur, rodeado de todos los inconvenientes de un numeroso concurso de gentes de todas índoles y circunstancias y de multitud de animales y carros, que inundan los mismos tres frentes citados, y más que ellos la pequeña plaza del lado occidental. Y esto con todo su bullicio, sus estrépitos, confusión y vocería tan incompatible con la reverencia debida a la casa del Señor, y a sus diversos oficios, precisamente, y en cada día, durante las horas de la adoración y el culto religioso, es decir: desde antes del alba, hasta después del mediodía. Crúzanse, pues, y se confunden las preces y cánticos y solemnidades de una reverente adoración al Ser Supremo, con todo linaje de ofertas, regateos y riñas, y disputas, y licencias del lenguaje, en el tono gregüezco, y de gritería, que el ruido indispensable del numeroso concurso mantiene en derredor del templo, y a sus mismas puertas, de una manera incesante y perfectamente irremediable. esta consideración no podrá menos que asumir toda su gravedad, en el ánimo del Prelado y del sacerdocio, especialmente encargados de cultivar incesantemente los sentimientos de la humildad y la reverencia al ser Supremo. Y no es menos de la competencia de la jurisdicción eclesiástica, el justo fundado y religioso temor, de que una sola viga, o porción del arruinado templo, llegase en mala hora a desprenderse, convirtiendo en víctimas a un número cualquiera de fieles cristianos, aparte de que, lo más probable sería que al flaquear un punto cualquiera, se precipitara la techumbre sobre la totalidad del piadoso concurso. Semejante catástrofe aparecería en contradicción tan absurda con la fe del cristiano, causaría tantas lágrimas y dolorosa consternación, que basta haber indicado la probabilidad, para librar la conciencia del prelado y de todo Ministro del Altar., la obligación de concurrir a la precaución de tal catástrofe. El Gobierno cree cumplir con uno de sus más nobles deberes, previniendo y concurriendo a precaver tales desgracias, y para ello ofrece concluir la fábrica ya principiada del templo de San Felipe, con toda la solidez y elegancia arquitectónica de los planos con que ha sido comenzada, y convertir en plaza, unida a la actual, el espacio que ocupa el templo de San Jacinto. Quedarán remediados aquellos inconvenientes y males, precavidos tan dolorosos accidentes, sustituida una frágil y derruida construcción con un majestuoso templo, e inmediatamente se procederá a la erección de un mercado digno de la Capital, dándole fachadas a la plaza que sustituya al templo actual. Pudiera el Gobierno con tan poderosas causas de orden, moralidad y seguridad pública hacer uso de su legítima jurisdicción, libertando al culto de tan continua y repugnante irreverencia, y al pueblo de tan evidente peligro; pero en este caso, como en cualquiera otro, preferirá siempre la oportunidad de probar su consideración a la autoridad eclesiástica, en todo aquello que le compete total o parcialmente; y pide al Ilustre prelado que gobierna la Arquidiócesis, que se sirva tomar en consideración la materia, por los trámites debidos, y acordar su asentimiento al propósito ya enunciado del Gobierno.- Dios y Federación.- J. M. Paúl.”
Todavía el templo y convento se mantendrán en pie hasta 1874, cuando Guzmán Blanco lo mande demoler.
El 16 de Diciembre de 1891 escribía Fr. M. Bertrand Cothonay:
“Me ha pedido usted algunos informes sobre el Convento de San Jacinto. Siento mucho no poder darle sino pocos e imperfectos. Fui a visitar el lugar en donde estuvo el magnifico templo de San Jacinto, orgullo de Caracas, en otros tiempos, y el Convento de este nombre y en donde se santificaron durante dos siglos tantos varones apostólicos, ilustrado por su ciencia y su piedad, y no he podido sino llorar como Jeremías sobre las ruinas de Jerusalén. ¿Qué digo? también las ruinas han desaparecido. Vide Sion lugent... omnes, portae ejus destructoe. Facti sunt hostes ejus in capite, inimici ejus locupetati sunt. Sordes in pedibus ejus...horror! el lugar en donde tantas veces fue ofrecida la Hostia sin mancha, ha sido convertido en mercado, lugar ahora de sordidez, intereses y estrépitos mundanales y tantos pecados! O vos omnes qui transitis per viam attendite et videte!
Algunos ancianos me han contado de ese Convento como de una Casa grande y hermosa, que tenía una rica biblioteca y cuadros preciosos; pero al hablar de la Iglesia sus encomios no tienen límites. Según ellos era la más bella, la más artística de Caracas, todas sus imágenes eran de buen gusto; algunas pinturas traidas de Europa, tenían verdadero mérito artístico. En las galerías del Convento había retrato de los cuatro Papas que salieron de la Orden de Santo Domingo y de varios Cardenales y varios santos Dominicos y pinturas de diversas escenas de la vida de nuestro Santo Patriarca.
Había una representación del martirio de un obispo natural de Lyon, a quien los indios del Orinoco mataron junto con dos Canónigos , sus compañeros y cuyos cuerpos gueron llevados a Trinidad y sepultados en la Iglesia de San José.
Muchos en Caracas recuerdan todavía a los últimos Padre Dominicos de San Jacinto, entre quienes me han nombrado con particular alabanza a los Padres Abreu y Rivero. Al fin de su vida el padre Abreu ya ciego, pasaba casi todo el día en el Confesonario.
Un sacerdote me ha referido que siendo jocen fue una noche que había función en San Jacinto a buscar al padre Abreu, en su confesonario para conducirlo al púlpito. Al atravesar la Iglesia llena de hombres, el padre decía en voz bastante alta para ser oídos de muchos: el hombre no tiene sino una sola alma y si la pierde ¿qué hará? Pronunciaba estas palabras con acento tan penetrante, que era un sermón completo; y el que me lo relató dice que después de tantos años el recuerdo de estas palabras le produce una impresión extraordinaria.
El Padre Abreu había sido misionero en el lugar llamado San Pedro, cerca de Los Teques, en donde adelantó la fábrica de la Iglesia actual que he tenido el gusto de ver. Me han dicho que murió en Caracas, cargado de años y de méritos y de la veneración de todos. Fue probablemente sepultado en la iglesia de su convento con sus hermanos, que en este lugar habían pensado descansar en paz hasta el día del gran juicio. Pero no solamente el lugar de su sepultura ha sido profanado, sino que se ignora ya el lugar de sus restos. En efecto en el diario de la religión del 16 de Marzo de 1891 se leía: “Los trabajadores que están haciendo la excavación en la parte sur del mercado de San Jacinto, tropezaron con unos cadáveres que se hallaban allí sepultados”...
Así era ese glorioso templo que la piedad caraqueña denominaba vulgarmente Roma Chiquita, sea por su esplendor y riquezas, sea por la abundancia de favores espirituales e indulgencias que en él podían ganar, sea por el número de reliquias preciosas que contenían. Los ancianos no hablan sino con emoción del esplendor de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que principiaba ocho días antes del primer domingo de Octubre y duraba todo el mes. El otro día una pobre anciana me decía: “Oh padre en el tiempo de mi juventud, qué magnificas procesiones de Nuestra Señora del Rosario ví en San Jacinto! y qué bellas las que hacían todos los días los religiosos al fin de Completas, recorriendo de dos en dos la iglesia, cantando la Salve, arrodillándose a ciertas palabras y con asperges al terminar.”
Y un viejo me decía: “El día de San Francisco, salía la estatua de Santo Domingo seguida de todos los Padres, en procesión hasta la Iglesia de San Francisco, en donde cantaban la Misa, después almorzaban juntos Dominicos y Franciscanos. Después del almuerzo el Chantre de los Dominicos y el de los Franciscanos se ponían de pie en medio del refectorio y cantaban las alabanzas de los Santos Patriarcas...”
El Viernes Santo, según me lo ha referido un venerable sacerdote, la imagen del Nazareno salía en procesión de San Jacinto hasta el Calvario, y en tal ocasión había un concurso extraordinario , motivado sin duda por la manera como celebraba la más conmovedora fiesta de nuestra redención y también por causa del orden perfecto que allí siempre se observaba lo que parece que no era general en otras iglesias...”



Vicarios de San Jacinto:
1608. Fr. Pedro de las Casas.
1611. Fr. Jacinto Pérez Hurtado.
Priores del Convento de San Jacinto:
Siglo XVII
01.1632. Fr. Juan Cáncer (aparece también en 1635)
02.1641. Fr. José de Saa
03.1647. Fr. Juan B. Marrón
04.1656. Fr. Juan de Berdece
05.1662. Fr. Cristóbal de Quiñones
06.166. Fr. Diego de Govea.
07.1677. Fr. Manuel de Almódovar.
08.1679. Fr. Andrés de Santo Domingo.
09.1679. Fr. Juan Sánchez.
10.1682. Fr. Cristóbal de Quiñones.
11.1682. Fr. Juan de Milina.
12.1684. Fr. Juan de Sampayo.
13.1687. Fr.Diego Sarmiento.
14.1689. Fr. Diego de Villafranca.
15.1694. Fr. Francisco de Silva.
16.1694. Fr. José de los Cobos.
17.1694. Fr. Antonio Sampayo (19/XII)
18.1696. Fr. Francisco de Silva.
19.1697. Fr. Juan Sánchez.
20.1699. Fr. Antonio Sampayo

Siglo XVIII
21.1702. Fr. Francisco de Silva.
22.1703. Fr. Juan de Olivares y Brito.
23.1704. Fr. Juan de Olivera.
24.1709. Fr. Francisco de la Mata.
25.1711. Fr. Francisco de la Mata.
26.1713. Fr. Francisco Cavello
27.1717. Fr. Thomás de Linares.
28.1719. Fr. Francisco de la Mata.
29.1724. Fr. Diego de Villafranca.
30.1725. Fr. Pedro Fernández.
31.1735. Fr. Diego de Villavicencio.
32.1736. Fr. Francisco Bello.
33.1739. Fr. Pedro González Figueredo.
34. 1743. Fr. Nicolás de Sotolongo.
35. 1744. Fr. Pedro González Figueredo.
36.1745. Fr. Nicolás de Sotolongo.
37.1746. Fr. Domingo de Villavicencio.
38.1747. Fr. Pedro Solano.
39.1748. Fr. Juan B. Marrón.
40.1753. Fr. Bartolomé de los Mártires Reynoso.
41.1755. Fr. Pedro Miguel de la Sierra.
42.1759. Fr. José Bello.
43.1762. Fr. Pedro Pablo González Noguera.
44.1763. Fr. Pedro Hernández.
45.1764. Fr. José Vicente Salazar.
46.1770. Fr. Juan Bautista Marrón.
47.1774. Fr. Agustín Damián Neras.
48.1777. Fr. José Bello.
49.1778. Fr. Domingo Peralta.
50.1780 .Fr. Francisco Antonio Gomez de Castro.
51.1784. Fr. Vicente de Acosta.
52.1787. Fr. José Barroso.
53.1790.Fr. Vicente de Acosta.
54.1792. Fr. Francisco Terrero Vázquez
55.1797. Fr. Juan José Isaza.
Siglo XIX.
56. 1803. Fr. Matheo de Espinosa.
57.1803. Fr. Santiago Salamanca.
58.1807. Fr. Antonio Pudencio Pérez.
59.1810. Fr. Felipe Espinosa.
60.1811. Fr. Domingo Peralta.
61.1812. Fr. Felipe Espinosa.
62.1813. Fr. Ramón Betancourt.
63.1815. Fr. Andrés Gil.
64.1817. Fr. Francisco Terrero.
65.1821. Fr. Francisco Terrero
66.1824. Fr. Tomás Yanes.
67.1827. Fr. Tomás Yanes.
68.1837. Fr. Felix Ravelo.

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